El mito del libre mercado y la competencia perfecta

Leido 9 veces

*Alejandro Di Palma, Roberto Domingo, Ruben Pagliotto, Luciano G. Paulin

paglio

El objetivo de “la política” es, desde siempre, el bienestar de la sociedad, para lo cual, el factor “trabajo” y su correspondiente retribución, “el salario” como medio de subsistencia, resulta absolutamente relevante. Por ende, la definición de escenarios que favorezcan: la ocupación, el salario complejo y distribución razonable de la renta, deberían ser partes centrales de cualquier estrategia política, teniendo siempre al ser humano como centro y objetivo final.

La idea de un mundo sin aduanas (léase apertura indiscriminada de la economía), donde los habitantes del planeta gocen de los beneficios del precio más bajo de cada uno de los productos que se consumen, consagrando así los “beneficios” de la libre competencia, trae aparejadas contradicciones y situaciones dilemáticas de impredecibles consecuencias. Citemos alguna de ellas:

La evolución de un intercambio comercial totalmente liberado, lleva rápidamente a observar que gran parte de lo que se consume en casi la mayoría de los lugares y/o resulta indispensable para el desarrollo local, se produce en muy pocos puntos del planeta, por tanto la concentración de la renta en esos puntos híper productivos, sería un fenómeno muchísimo más notable y pronto se harían visibles éxodos poblacionales, desde los sectores geográficos menos favorecidos hacia estos

puntos de mayor “felicidad” social y bonanza económica y, alcanzado ese punto o meta, es muy probable que se señalen estos lugares donde la INFELICIDAD es más común, como lugares mal administrados por la política local, cosa que probablemente se verdadera, ya que esta clase dirigente “no la vio” y su incapacidad de comprensión permitió esa realidad descripta.

El precio más bajo no es necesariamente indicativo de eficiencia, eficacia o acierto. Consideremos, entonces, que habiéndose roto la relación entre costos y el precio final que fija o convalida “el mercado”, el precio de venta de un producto es, muchas veces, una “decisión política” y, otras veces, la matriz de costos del producto está sensiblemente influida por una “decisión política”, por lo que el ejemplo más obvio de lo señalado es el subsidio al “agregado de valor” que se materializa a través de la manipulación de los precios de la energía (todo proceso de elevación o aumento de valor de un bien, tiene impreso un consumo proporcional de energía). Como vemos, la “decisión política” es una cuestión sensible en el intercambio comercial, por ende, la entrega dogmática (casi religiosa y acrítica) a la suerte de la “mano invisible del mercado”, representa más temprano que tarde, caer en una celada, muchas veces, sin retorno.

En este punto del razonamiento que intentamos desarrollar, es interesante hacer un par de señalamientos, a modo de advertencia al lector: el libre mercado no busca competencia como fin, sino que es la acción tendiente a alcanzar la “posición dominante de mercado” y la obtención de la “máxima ganancia”. Por supuesto que vamos a escuchar insistentemente – a modo de cliché-cuestionamientos como el siguiente: al existir tres verdulerías por manzana, el usuario se ve beneficiado por un juego mercantil que propone el mejor precio (i.e., más conveniente) para una ensalada; pero lo cierto es que desde ese punto donde se instalaron tres verdulerías en una misma manzana en adelante, todo mercado responde a acuerdos de precios, donde la cartelización es un acuerdo entre competidores en un mercado para fijar precios, limitar la producción o dividir los clientes entre ellos (mini concentración). Estos “acuerdos” que nos marcan un proceso de oligopolización (pocos oferentes), buscan eliminar la competencia y aumentar los beneficios de los participantes del cartel, y esto sería, en rigor de la dinámica del capitalismo, el verdadero “libre mercado” y no la competencia.

Esta cándida ilusión de libre mercado es necesaria, como creencia, para la gente, pero MUY poco útil y dañina para una clase política que “NO LA VE” y compra a bulto cerrado mentiras impuestas por los dueños del gran capital y que, a modo de claque, repiten y aplauden sin reflexionar acerca de su legitimidad y reales beneficios para los ciudadanos y ciudadanas de carne y hueso.

EL MONOPOLIO COMO LA VERSIÓN MAS EVOLUCIONADA DEL CAPITALISMO.

Lo que se barre bajo la alfombra sistemáticamente, es que el “libre mercado” es búsqueda de cartelización, colusión y pro formación de oligopolios y monopolios uno y pocos oferentes), monopsonios y oligopsonios (uno y pocos demandantes).

El propio capitalismo y la competencia de mercado persiguen la eliminación del competidor, luego la reducción y/o la absorción de los posibles competidores resulta lógica, y deviene entonces un escenario caracterizado por una competencia oligopólica como paradigma de “Mercado”. La conclusión inmediata es que “el monopolio es la versión más evolucionada del capitalismo” y es precisamente por esto, que la regulación de los mercados ha sido una preocupación central de “LA POLÍTICA”, puesto que es la “política” la que tiene nexos con “LA ESTRATEGIA” y no se extingue en la lucha incansable por la permanencia a cargo del PODER.

Es así como en el capitalismo, como una tendencia natural y estructural, aparece el monopolio, aunque controvertido desde una perspectiva económica y social, es buscado por muchas empresas debido a las ventajas estratégicas y financieras que ofrece. A continuación, algunos de los principales motivos por los cuales se persigue el monopolio:

Maximización de beneficios: un monopolio permite a la empresa fijar precios más altos al no enfrentar competencia directa (posición dominante en el mercado). Esto maximiza los márgenes de ganancia.

Control total del mercado: al convertirse en el único proveedor de bienes y/o servicios, la empresa puede decidir la cantidad, calidad y precio del producto o servicio sin restricciones externas.

Reducción de riesgos competitivos: un monopolio elimina el riesgo de perder participación en el mercado frente a competidores, lo que genera mayor estabilidad. Existen uno o muy pocos vendedores (oferta) o compradores (demanda) de bienes y servicios.

Economías de escala: una empresa monopólica puede alcanzar niveles de producción que reduzcan significativamente los costos unitarios, reforzando su posición dominante.

Poder de negociación: con un monopolio, la empresa tiene más influencia sobre proveedores y distribuidores, pudiendo negociar mejores condiciones, hasta inclusive con el mismo Estado.

Inversión en innovación: los ingresos monopólicos pueden reinvertirse en investigación y desarrollo, creando una ventaja tecnológica que perpetúe la posición dominante. Este es el caso de las grandes empresas tecnológicas.

Barreras de entrada para nuevos competidores: al monopolizar el mercado, las empresas pueden establecer barreras como altos costos iniciales, acceso exclusivo a recursos o patentes, que dificulten la entrada de nuevos actores. Es el caso de la industria farmacéutica.

Fortalecimiento de la marca: un monopolio puede consolidar la percepción de exclusividad o calidad, haciendo que los consumidores asocien el producto o servicio directamente con la empresa. Es el caso, por ejemplo, de Coca Cola.

Seguridad a largo plazo: el control exclusivo de un mercado ofrece estabilidad financiera y previsibilidad en los ingresos a largo plazo, atrayendo inversores locales o de otros países.

Control de la narrativa del mercado: un monopolio permite definir tendencias, influir en las políticas regulatorias y establecer estándares, moldeando el mercado según sus intereses.

Los monopolios prosperan gracias a las ventajas tecnológicas, los efectos de red, las economías de escala y la excelente creación de la marca.

 

*Dirigentes

Publicar un Comentario

Debes iniciar una sesión para escribir un comentario.