Por los Derechos Humanos de ayer y hoy

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*Por Gustavo Zavallo

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El 24 de marzo de 1976 dio comienzo a una de las etapas más duras de nuestra historia reciente. La Junta Militar derrocaba al gobierno constitucional de Isabel Perón e iniciaba una persecución ideológica, librada a través de la instauración de un terrorismo de Estado que dejaría centenares de muertos y 30 mil desaparecidos.

Esta fecha -como las anteriores y las que vendrán- nos solo invita a una reflexión profunda, también nos propicia la reafirmación sobre el valor de los derechos humanos para nosotros. Memoria, verdad y justicia resultan pilares para entender qué pasó, en qué contexto nos movemos hoy y el país que queremos dejarle a nuestros hijos y nietos.

Es por eso que todos aquellos que confiamos en la democracia como único sistema legítimo y representativo de los intereses del pueblo, no podemos aceptar a aquellos que juegan a poner en duda la masacre física, ideológica, cultural y económica que perpetuó la dictadura en la Argentina. No podemos aceptar a quienes abogan la teoría de los dos demonios, de la guerra sucia, o intentan justificar al terrorismo de Estado como consecuencia de una potencial guerra civil. La memoria colectiva trascenderá siempre los intereses financieros, los egoísmos y oportunismos.

En Entre Ríos tenemos claros ejemplos que reivindican los valores que sostuvieron erguidas a las víctimas mientras eran torturadas.

Esas personas encarnan el compromiso social, no solo trayéndonos el pasado para que no se desdibuje y tergiverse. Su presencia manifiesta más de lo que fueron y sufrieron porque ellas están hoy para demostrarnos que es ahora cuando la solidaridad por el que sufre persecución ideológica, por el que padece abusos de poder, por los pobres, los oprimidos, por aquellos que el poeta llamó “los de abajo”, son capaces de seguir sosteniéndose en pie para luchar por ellos. La sensibilidad social se manifiesta en ellas, tal es el caso de Oliva Cáseres Taleb.

Oliva sufrió la detención ilegal y clandestina, la tortura y el hostigamiento ideológico por parte de una dictadura y de la complicidad de una porción de la sociedad civil que permitió que esto sucediera.

Detenida el mismo día del golpe de Estado, mediante un decreto del Poder Ejecutivo nacional de facto, Olivia, fue separada de un niño de tan solo tres meses y de su marido. Su detención duró aproximadamente siete años; los cuales si los sumáramos a los de otros detenidos, nos demostrarían el tiempo de vida consumido y puesto al servicio del odio y la desidia.

Olivia, de marcada militancia peronista es un ejemplo de lucha pero no de rencor. De resistencia pacífica, despojada de resentimientos pero llena de esperanza de que la justicia fuese suficiente instrumento para dar con la verdad y poner las cosas en su lugar.

Quizás sea esa la naturaleza de este transitar que llevamos adelante. El de saber que son las herramientas institucionales y el respeto hacia ellas, las que deben servir para forjar un país mejor. Es entender que no podemos olvidar lo que pasó, para concebir que la educación, la salud y un trabajo digno deben ser la meta para el crecimiento de una sociedad.

Es repetirnos una y otra vez que sin justicia social no hay progreso. Sin independencia económica, no hay futuro. Y sin soberanía política, no hay país. Los derechos humanos de ayer son los mismos de hoy. La meta debe ser la de continuar solidificando nuestro sistema democrático con más trabajo, mejor educación y salud, igualdad de oportunidades y respeto por la diversidad. Solo así vamos a poder concebir una Argentina sustentable, con líderes comprometidos con la realidad y dedicados a gobernador para el pueblo, no a costa de él.

Este día vale tanto para gritar todos juntos “Nunca más”, como también resaltar la vida, su padecimiento y la actualidad de personas como Olivia, que habiendo sufrido lo que sufrieron son perseverantes en la lucha por los derechos humanos de hoy. La importancia de no olvidarse del ayer, pero trabajando por los derechos de hoy.

*Diputado Frente Renovador – UNA.