Autocrítica sincera y posibilidades para todos en el Peronismo

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*Por Sebastián Aguilar

Sebastian Aguilar

Terminaron las elecciones y el Peronismo debe asumir un nuevo rol, el de opositor, en un contexto de incertidumbres e innovaciones políticas por venir. No es una cuestión menor considerando la forma en como ha venido manejando el poder históricamente.

Dicho rol desvela a compañeros y compañeras, a pesar de distritos donde el PJ es gobierno ya que abre las puertas a las internas partidarias. Pero puede que ello sea demasiado tarde.

Las candidaturas de octubre de 2015 debieran haber sido legitimadas en elecciones internas, no como lo fueron, consensuadas y, en muchos casos, dejando de lado a importantes espacios de poder efectivo (por no decir “a dedo”) ante una sociedad que vienen esperando cambios de propios y extraños.

Los doce años de administración, sobre todo los referentes a la ex presidenta, gestaron hartazgos y prácticas que fueron un drenaje de hombres y mujeres peronistas hacia otras latitudes.

Posiblemente, con internas y renovaciones a tiempo, el resultado hubiera sido menos complicado que el actual.

El Peronismo, en sus más de siete décadas de existencia, tiene en ciernes una problemática crucial. En otros trabajos analizamos las crisis de legitimidad, de representatividad y del propio sistema de partidos políticos en la República Argentina.

Entonces, vale recordar que, desde el reingreso a la Democracia en 1983, la sociedad ha cambiado sustancial como generacionalmente, modificando los diferentes órdenes de la vida.

El centenario partido radical fue el primer partido político (tradicional) en sufrir los avatares electorales adversos como ciertas (como imperdonables) ingenuidades cuando fueron gobierno.

El Partido Justicialista pudo sortear, hasta octubre de 2015, los diferentes obstáculos o problemáticas electorales que se sucedieron.

En ambos casos, un punto de partida para comprender ello ha sido la pérdida gradual en la UCR de ese carácter movimientista que Don Hipolito Yrigoyen supo imprimir. En cambio, el Peronismo, siempre fue movimientista y, quizás, ha podido interpretar los cambios y transformaciones de la sociedad. Sin embargo, cosa extraña, no pudo ver el actual.

Mauricio Macri, es el primer presidente contemporáneo que surge no de estructuras partidarias tradicionales sino de un conglomerado de actores políticos, sociales, culturales y del establishment que le permitieron entender las transformaciones sociales, paradójicamente llevadas adelante por el peronismo.

El Peronismo perdió las elecciones y el andamiaje institucional partidario cruje ante los tiempos por venir. Ello supone, a priori, que las elecciones internas previstas posiblemente desnuden la problemática del Peronismo: la necesidad de un sinceramiento y autocrítica real para que nuevas expresiones, dirigentes y afiliados puedan participar sin temor de ser absorbidos por las vetustas maquinarias partidarias.

No debemos confundir empero la militancia peronista genuina, real, comprometida, de aquella que es paga, porque precisamente el aburguesamiento y los altos sueldos de dirigentes en estos 12 años de algunos sectores del Frente Para la Victoria (FPV) han llevado al Peronismo a graves errores políticos.

El general Perón decía “los que llevan a la derrota en las luchas políticas son los grandes errores, aun cuando los aciertos, aunque numerosos, sean pequeños”.

¿Qué puede pasar en lo inmediato?

Si no hay un verdadero espíritu de renovación – y vaya que el Peronismo lo necesita urgentemente – las internas terminaran legitimando a dirigentes y agrupaciones que creyeron, antes de ganar las elecciones, en el sabor previo al triunfo sin tener en cuenta la principal estructura de la política: la sociedad.

La reforma política que se vendrá ya fue anticipada y analizada por Macri o el macrismo como le gusta decir al ciudadano. En clave o jerga futbolera, podemos decir que (Macri) “tiene la pelota, juega, gusta y gana”.

Ante esta perspectiva, los gobernadores peronistas se enfrentan a una serie de dilemas pero que podemos sintetizarlo en dos, a grandes rasgos; en primer lugar, la posibilidad de cooptación del poder central motivada por cuestiones financieras, económicas como de infraestructura que obligaran a tener relaciones más o menos cordiales y no confrontativas. En este sentido, el partido deberá asumir un rol distinto al del gobernador; en segundo lugar, la probable deserción de voluntades hacia el macrismo en tanto y en cuanto no hayan sinceras intenciones de invitar a todos “a la mesa” dándoles posibilidades reales de ser partes en la construcción política que viene.

El desafío del Peronismo en este presente es la necesidad urgente de ese sinceramiento para volver a interpretar a la sociedad y poder ser una alternativa de poder real para el 2019. La Argentina se transformó. El Peronismo fue artífice para ello pero no lo supo comprender a tiempo.

En estos últimos años, compañeros y compañeras, valiosos muchos de ellos, fueron dejando de participar o directamente formaron otras estructuras políticas sin dejar de ser peronistas.

Es por ello que en momentos como el actual, el Peronismo en su conjunto es el artífice de su propio destino, veremos, entonces, hasta donde las vanidades quedan de lado para un renovado Movimiento Nacional Justicialista.

(*) Licenciado en Relaciones Internacionales. Magister en Ciencias Políticas. Doctor en Educación. Profesor Universitario.