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*Por Edgardo Massarotti

Hasta ahora, las referencias a la Cumbre del Mercosur son, mayormente, sobre lo que quedará en Paraná, sobre las molestias de los ciudadanos que están en la zona de seguridad -la palabra exclusión no es inocente-, los regalos y, a lo sumo, algo de política doméstica. Esto llama la atención. Deliberadamente o no, de las profundas implicancias geopolíticas poco se dice. En esta columna se aportan algunas líneas para pensar.
Ningún acontecimiento del mundo deja de repercutir en el conjunto del sistema. Es la globalización -que por otra parte existió desde antiguo-. Pero hay diferentes perspectivas para la globalización. Dependerá de sus objetivos la elección de estrategias. En este mundo en ebullición, la geopolítica, la lucha por recursos básicos, hasta la tensión Occidente-Oriente, tienen vigencia.
Después de centros de poder bipolares, la globalización se dio con la hegemonía estadounidense. Ya no, China y Rusia compiten -aunque no como sistema ideológico opuesto-.
El centro mundial del intercambio económico se desplaza del Atlántico Norte al Pacífico.
Son mega mercados: el NAFTA, la Unión Europea, y el Mundo Asiático. Los dos primeros apuntan a crear el Gran Mercado Transatlántico que -más que hipotéticos beneficios en términos de crecimiento, puestos de trabajo y prosperidad-, tiene como dimensión geopolítica desviar al viejo continente de cualquier perspectiva de reunificación con Rusia y sobre todo para contener a China.
Un ejemplo, China -en la denominada “ruta de la seda”- ha puesto en funcionamiento un tren de cargas a Alemania, pasando por Rusia, Bielorusia y Polonia en 16 días frente a un mes por barco. Otros esquemas, como el Tratado TransPacífico, van en esta sintonía. Pero emerge otro gran mercado -aunque de dimensiones inferiores-, el Mercosur. Más reciente, un año después de la crisis financiera de 2008 -Estados Unidos aún se está recuperando y la Unión Europea está empantanada-, se funda el BRIC, circuito comercial Sur-Sur y hasta planteando un circuito financiero propio. Es decir, son perfiles de sistema de intercambios que cada vez deben pasar menos por las capitales de los países centrales.
El proceso de integración de América del Sur y BRICS no se inscriben en una estrategia disruptiva de la economía capitalista, pero cuestionan el carácter uniforme de la globalización de los ’90 y la centralidad de Estados Unidos y Europa, y difieren en cuestiones relevantes como el rol del Estado en la economía o la subordinación de las finanzas como palanca para la producción y el comercio.
En abstracto todos dicen que la globalización traerá para consumidores una oferta más competitiva, mejor calidad de productos, menos precio, más trabajo y para productores el acceso a mayores mercados y menores costos para la importación de insumos. Pero aquí vuelvo sobre las diferentes perspectivas de la globalización.
Si viene de la mano de los países centrales con sus Tratados de Libre Comercio, ellos exigen apertura de mercados para sus bienes industriales, movimiento de capitales y para los servicios. Pero no acceden a liberalizar las transacciones de bienes agrícolas o agroindustriales, ni de su tecnología (cada vez más protegida por los derechos de propiedad intelectual).
Con esos TLC ningún ámbito de la vida podría escapar a las multinacionales: normas comunes fitosanitarias, alimentarias, resolución de litigios, propiedad intelectual (que traería el fin de los medicamentos genéricos, y hasta el patentamiento de métodos de diagnostico, tratamiento y operaciones quirúrgicas), todo según sus intereses expoliadores.
Los pueblos del mundo, América del Sur y dentro de ella la Argentina, deben y pueden ensayar una inserción internacional con relativa autonomía para erosionar la dependencia e intentar un desarrollo propio, quizás no todavía desde una autarquía nacional plena, pero sí maniobrar para avanzar en este objetivo.
La integración de América Latina ha tenido diversos formatos, según el sesgo ideológico predominante en cada momento histórico: el Panamericanismo (instrumento de Estados Unidos con la Doctrina Monroe); un primer ABC como tratado de resolución de controversias, siguiendo las línea anterior; el ABC de Perón, Vargas como alianza continental sudamericana como plataforma de soberanía e independencia; los acuerdos Alfonsín/Sarney que retoman la idea reforzar el poder de negociación de una América Latina democrática; luego el Mercosur neoliberal del Tratado de Asunción de Menem-Collor de Melo y este Nuevo Mercosur, con cercanías al Unasur y al ALBA.
Son muchos los desafíos de este Nuevo Mercosur. América Latina es una de las regiones principales productoras y exportadoras de alimentos, posee recursos naturales, reservas de energía, agua, tiene una industria más importante que otras regiones subdesarrolladas, aunque no debe pasarse por alto que muchas de estas potencialidades son controladas por transnacionales. También hay que analizar si una política exclusivamente regionalista es suficiente, ya que hay carencias comunes, escasez de capitales, desarrollo industrial endeble: Aquí es donde hay que cuidarse por otros intereses nacionales y comerciales -en particular de China y Rusia- que no son muy diferentes que los otros. La América del Sur debe avanzar en construir una red de comunicación (infraestructura vial, ferrovial, hidrovial y aérea, también telecomunicacional); una red energética, un circuito de financiamiento (Banco del Sur, Corporación Andina de Fomento, Bco. Nac. Desarrollo Económico y Social de Brasil), comercio con monedas propias, engarce productivo agrícola e industrial, protección socio-laboral con respeto de derechos individuales y colectivos, garantizar la libre circulación de personas y la igualdad en las condiciones de acceso al trabajo, salud y educación. También una red político –institucional que continúe con la defensa de la democracia frente a las asechanzas.
Por supuesto que al interior del conglomerado hay conflictos, tales como los desequilibrios por asimetrías que se dan en un patrón comercial solo con apertura de mercados sin política de reorganización sectorial o diferendos como el de las pasteras. También amenazas como el narcotráfico y la que conllevan los imperialismos que aunque decadentes no son menos dañinos. Amén de todo ello, apunto un tema no menos importante: la cuestión cultural en la que -como decía Perón- aunque parezca contradictorio, nuestros pueblos deben integrarse al universalismo practicando un intenso nacionalismo cultural que reafirme su identidad, para evitar la aculturación de la globalización imperial. Como se ve, aunque parezcan complejos, todos son asuntos sobre los cuales las decisiones que se adopten tendrán incidencia en la vida cotidiana de los ciudadanos, por ello es conveniente el mayor grado de conocimiento y participación social. Esto lo enfatizo dado que hay un sustrato importante, porque más que un mercado es una confluencia de pueblos dentro de un mismo o similar círculo cultural, tiene antecedentes históricos de Patria Grande y la integración es necesariamente de los pueblos. En fin, hay mucho para decir sobre esta Cumbre y supongo que aproximándose aún más su fecha de realización, tanto los medios de comunicación, como los gobiernos y las instituciones explicitaran su importancia y dimensión.
*Ex secretario General de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE) Entre Ríos y militante social.
La Cumbre, presidentas y presidentes, el pueblo
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*Por Edgardo Massarotti
Hasta ahora, las referencias a la Cumbre del Mercosur son, mayormente, sobre lo que quedará en Paraná, sobre las molestias de los ciudadanos que están en la zona de seguridad -la palabra exclusión no es inocente-, los regalos y, a lo sumo, algo de política doméstica. Esto llama la atención. Deliberadamente o no, de las profundas implicancias geopolíticas poco se dice. En esta columna se aportan algunas líneas para pensar.
Ningún acontecimiento del mundo deja de repercutir en el conjunto del sistema. Es la globalización -que por otra parte existió desde antiguo-. Pero hay diferentes perspectivas para la globalización. Dependerá de sus objetivos la elección de estrategias. En este mundo en ebullición, la geopolítica, la lucha por recursos básicos, hasta la tensión Occidente-Oriente, tienen vigencia.
Después de centros de poder bipolares, la globalización se dio con la hegemonía estadounidense. Ya no, China y Rusia compiten -aunque no como sistema ideológico opuesto-.
El centro mundial del intercambio económico se desplaza del Atlántico Norte al Pacífico.
Son mega mercados: el NAFTA, la Unión Europea, y el Mundo Asiático. Los dos primeros apuntan a crear el Gran Mercado Transatlántico que -más que hipotéticos beneficios en términos de crecimiento, puestos de trabajo y prosperidad-, tiene como dimensión geopolítica desviar al viejo continente de cualquier perspectiva de reunificación con Rusia y sobre todo para contener a China.
Un ejemplo, China -en la denominada “ruta de la seda”- ha puesto en funcionamiento un tren de cargas a Alemania, pasando por Rusia, Bielorusia y Polonia en 16 días frente a un mes por barco. Otros esquemas, como el Tratado TransPacífico, van en esta sintonía. Pero emerge otro gran mercado -aunque de dimensiones inferiores-, el Mercosur. Más reciente, un año después de la crisis financiera de 2008 -Estados Unidos aún se está recuperando y la Unión Europea está empantanada-, se funda el BRIC, circuito comercial Sur-Sur y hasta planteando un circuito financiero propio. Es decir, son perfiles de sistema de intercambios que cada vez deben pasar menos por las capitales de los países centrales.
El proceso de integración de América del Sur y BRICS no se inscriben en una estrategia disruptiva de la economía capitalista, pero cuestionan el carácter uniforme de la globalización de los ’90 y la centralidad de Estados Unidos y Europa, y difieren en cuestiones relevantes como el rol del Estado en la economía o la subordinación de las finanzas como palanca para la producción y el comercio.
En abstracto todos dicen que la globalización traerá para consumidores una oferta más competitiva, mejor calidad de productos, menos precio, más trabajo y para productores el acceso a mayores mercados y menores costos para la importación de insumos. Pero aquí vuelvo sobre las diferentes perspectivas de la globalización.
Si viene de la mano de los países centrales con sus Tratados de Libre Comercio, ellos exigen apertura de mercados para sus bienes industriales, movimiento de capitales y para los servicios. Pero no acceden a liberalizar las transacciones de bienes agrícolas o agroindustriales, ni de su tecnología (cada vez más protegida por los derechos de propiedad intelectual).
Con esos TLC ningún ámbito de la vida podría escapar a las multinacionales: normas comunes fitosanitarias, alimentarias, resolución de litigios, propiedad intelectual (que traería el fin de los medicamentos genéricos, y hasta el patentamiento de métodos de diagnostico, tratamiento y operaciones quirúrgicas), todo según sus intereses expoliadores.
Los pueblos del mundo, América del Sur y dentro de ella la Argentina, deben y pueden ensayar una inserción internacional con relativa autonomía para erosionar la dependencia e intentar un desarrollo propio, quizás no todavía desde una autarquía nacional plena, pero sí maniobrar para avanzar en este objetivo.
La integración de América Latina ha tenido diversos formatos, según el sesgo ideológico predominante en cada momento histórico: el Panamericanismo (instrumento de Estados Unidos con la Doctrina Monroe); un primer ABC como tratado de resolución de controversias, siguiendo las línea anterior; el ABC de Perón, Vargas como alianza continental sudamericana como plataforma de soberanía e independencia; los acuerdos Alfonsín/Sarney que retoman la idea reforzar el poder de negociación de una América Latina democrática; luego el Mercosur neoliberal del Tratado de Asunción de Menem-Collor de Melo y este Nuevo Mercosur, con cercanías al Unasur y al ALBA.
Son muchos los desafíos de este Nuevo Mercosur. América Latina es una de las regiones principales productoras y exportadoras de alimentos, posee recursos naturales, reservas de energía, agua, tiene una industria más importante que otras regiones subdesarrolladas, aunque no debe pasarse por alto que muchas de estas potencialidades son controladas por transnacionales. También hay que analizar si una política exclusivamente regionalista es suficiente, ya que hay carencias comunes, escasez de capitales, desarrollo industrial endeble: Aquí es donde hay que cuidarse por otros intereses nacionales y comerciales -en particular de China y Rusia- que no son muy diferentes que los otros. La América del Sur debe avanzar en construir una red de comunicación (infraestructura vial, ferrovial, hidrovial y aérea, también telecomunicacional); una red energética, un circuito de financiamiento (Banco del Sur, Corporación Andina de Fomento, Bco. Nac. Desarrollo Económico y Social de Brasil), comercio con monedas propias, engarce productivo agrícola e industrial, protección socio-laboral con respeto de derechos individuales y colectivos, garantizar la libre circulación de personas y la igualdad en las condiciones de acceso al trabajo, salud y educación. También una red político –institucional que continúe con la defensa de la democracia frente a las asechanzas.
Por supuesto que al interior del conglomerado hay conflictos, tales como los desequilibrios por asimetrías que se dan en un patrón comercial solo con apertura de mercados sin política de reorganización sectorial o diferendos como el de las pasteras. También amenazas como el narcotráfico y la que conllevan los imperialismos que aunque decadentes no son menos dañinos. Amén de todo ello, apunto un tema no menos importante: la cuestión cultural en la que -como decía Perón- aunque parezca contradictorio, nuestros pueblos deben integrarse al universalismo practicando un intenso nacionalismo cultural que reafirme su identidad, para evitar la aculturación de la globalización imperial. Como se ve, aunque parezcan complejos, todos son asuntos sobre los cuales las decisiones que se adopten tendrán incidencia en la vida cotidiana de los ciudadanos, por ello es conveniente el mayor grado de conocimiento y participación social. Esto lo enfatizo dado que hay un sustrato importante, porque más que un mercado es una confluencia de pueblos dentro de un mismo o similar círculo cultural, tiene antecedentes históricos de Patria Grande y la integración es necesariamente de los pueblos. En fin, hay mucho para decir sobre esta Cumbre y supongo que aproximándose aún más su fecha de realización, tanto los medios de comunicación, como los gobiernos y las instituciones explicitaran su importancia y dimensión.
*Ex secretario General de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE) Entre Ríos y militante social.