Leido 7834 veces
*Por José Cáceres

“De una forma u otra me siento parte del juicio, deseo que aparezca la verdad, se haga justicia y que se condene a los culpables. Sigo las historias, los testimonios y argumentos y tomo partido pese a no estar en el proceso”.
El avance del juicio por violación a los Derechos Humanos en nuestra provincia, conocida como la mega causa “Área Paraná”, constituye una de las muestras más explicitas y contundentes de la profanidad del proceso de memoria, verdad y justicia que vivimos los argentinos y que tienen en la reparación individual y colectiva la efectiva aplicación de sanciones penales a los responsables de los crímenes de lesa humanidad cometidos en la última dictadura genocida.
La trascendencia de este juicio, la dimensión de las violaciones de los DD HH implicados, el grado amplio de conocimiento por parte de la sociedad entrerriana de estos hechos, el grado de conocimiento público de las víctimas y sobrevivientes, como la larga y manifiesta impunidad con la que actuaron los genocidas hacen de esta una causa paradigmática, en cuya resolución y condena a los culpables se depositan las esperanzas de nuestra sociedad de avanzar a estadios en los cuales no exista posibilidad alguna de que los genocidas queden impunes.
En este expediente judicial (Appelhans, José Anselmo y otros” S/ varios delitos, así se llama el expediente) se investigan los secuestros y las torturas en centros clandestinos de detención de la costa del Paraná. El caso es sobre 52 víctimas, cinco de las cuales aún están desaparecidas: Victorio Erbetta, Carlos Fernández, Claudio Fink, Juan Alberto Osuna y Pedro Sobko.
Con la vuelta a la democracia, pudimos presenciar el inicio de este juicio, que data de 1987, pero también con tristeza vimos sancionar las leyes de obediencia debida y punto final y peor aún vimos con dolor el indulto a los genocidas y como esa esperanza de justicia se desvaneció, pero ahora somos testigos de este juicio que, como el resto de los que existen en el país, pretende ser parte de un proceso de reparación. La misma suerte corrió esta causa, que comenzó con la apertura democrática y fue interrumpida por las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, en 1987. Para retomar recién en el 2003 cuando fueron anuladas estas leyes por violatorias de los DD HH.
Cuando leo las declaraciones en los medios, escucho entrevistas radiales de la causa y toda la información en general se me disparan distintas sensaciones. La primera es de la de natural alegría, personal y militante, primero por reparación histórica y política que le devolvió el lugar que merecen luego del olvido, la impunidad, la teoría de los dos demonios y la indiferencia social los sometieran durante décadas. Y esto es una victoria política y cultural, en la que Néstor Kirchner tuvo mucho que ver, recogiendo la lucha de familiares y organizaciones de DD HH y poniendo al Estado al frente de la misma. Siento que muchos de los que hoy declaran, casi todos militantes, han ganado esta batalla.
Creo también que los juicios y las condenas son en buena medida un desagravio personal, una reivindicación personal con todos y cada uno de los compañeros y compañeras de los años 70 que fueron encarcelados, perseguidos, exiliados, torturados, asesinados y desaparecidos. Al igual que a la lucha de las organizaciones de DD HH que fueron la vanguardia de esta lucha.
Del mismo modo, cuando veo las personas que asisten a las declaratorias de los juicios, cuando veo sus rostros que entremezclan el dolor de recordar al ser que ya no está con la alegría de ver como los genocidas están por primera vez en el banquillo, no puedo dejar de conmoverme con las familias de las víctimas, especialmente de aquellos que hoy no están, que hace tanto tiempo reclaman por un Estado que haga justicia. Su lucha intima, la personal, la de los afectos y recuerdos más propios y sentidos también fue motor de esta etapa histórica. Nos toca de cerca ver algunas testimoniales, cuando escucho declarar a compañeros con los que hemos militado muchos años, conocidos de la política, del gobierno y del peronismo, creo que deben estar muy plenos en este momento, después de esperar tanto tiempo pero les llegó el momento de la Justicia.
Pese a las dilaciones judiciales, a las cuestiones procesales del viejo Código Procesal Penal de la Nación (esto es así porque a diferencia de los otros dos juicios que se llevaron adelante en la Entre Ríos, las causas “Hospital Militar” y “Harguindeguy”, este juicio se tramita por el antiguo Código Procesal Penal, vigente al momento de iniciada la investigación en 1987), pese a las chicanas de los acusados y su cobarde pacto de silencio, el juicio avanza. Sin dudas que falta mucho y que todos hubiéramos estado más satisfechos de que hubiera sido más rápido, pero lo cierto es que nuestra sociedad, las víctimas, esperaron demasiado como para no estar felices por lo que estamos viviendo.
De una forma u otra me siento parte del juicio, deseo que aparezca la verdad, se haga justicia y que se condene a los culpables. Sigo las historias, los testimonios y argumentos y tomo partido pese a no estar en el proceso. Creo que la inmensa mayoría de la sociedad experimenta lo mismo.
Siento, para concluir, que asistimos a esos hechos que marcan un antes y un después en la historia. El círculo del horror y el genocidio se cierra con una condena penal que haga justicia. Esa sensación de felicidad que deseo confirmar prontamente con una nueva sentencia en la causa Área Paraná me reconforta como militante social y político, como ciudadano, como entrerriano y argentino, que vivió una tiempo histórico donde se violaron de la forma más brutal y descarnada los DD HH más esenciales pero que puede asistir a la condena de esos hechos por la misma sociedad.
*Vicegobernador de Entre Ríos
Sobre la causa Área Paraná
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*Por José Cáceres
“De una forma u otra me siento parte del juicio, deseo que aparezca la verdad, se haga justicia y que se condene a los culpables. Sigo las historias, los testimonios y argumentos y tomo partido pese a no estar en el proceso”.
El avance del juicio por violación a los Derechos Humanos en nuestra provincia, conocida como la mega causa “Área Paraná”, constituye una de las muestras más explicitas y contundentes de la profanidad del proceso de memoria, verdad y justicia que vivimos los argentinos y que tienen en la reparación individual y colectiva la efectiva aplicación de sanciones penales a los responsables de los crímenes de lesa humanidad cometidos en la última dictadura genocida.
La trascendencia de este juicio, la dimensión de las violaciones de los DD HH implicados, el grado amplio de conocimiento por parte de la sociedad entrerriana de estos hechos, el grado de conocimiento público de las víctimas y sobrevivientes, como la larga y manifiesta impunidad con la que actuaron los genocidas hacen de esta una causa paradigmática, en cuya resolución y condena a los culpables se depositan las esperanzas de nuestra sociedad de avanzar a estadios en los cuales no exista posibilidad alguna de que los genocidas queden impunes.
En este expediente judicial (Appelhans, José Anselmo y otros” S/ varios delitos, así se llama el expediente) se investigan los secuestros y las torturas en centros clandestinos de detención de la costa del Paraná. El caso es sobre 52 víctimas, cinco de las cuales aún están desaparecidas: Victorio Erbetta, Carlos Fernández, Claudio Fink, Juan Alberto Osuna y Pedro Sobko.
Con la vuelta a la democracia, pudimos presenciar el inicio de este juicio, que data de 1987, pero también con tristeza vimos sancionar las leyes de obediencia debida y punto final y peor aún vimos con dolor el indulto a los genocidas y como esa esperanza de justicia se desvaneció, pero ahora somos testigos de este juicio que, como el resto de los que existen en el país, pretende ser parte de un proceso de reparación. La misma suerte corrió esta causa, que comenzó con la apertura democrática y fue interrumpida por las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, en 1987. Para retomar recién en el 2003 cuando fueron anuladas estas leyes por violatorias de los DD HH.
Cuando leo las declaraciones en los medios, escucho entrevistas radiales de la causa y toda la información en general se me disparan distintas sensaciones. La primera es de la de natural alegría, personal y militante, primero por reparación histórica y política que le devolvió el lugar que merecen luego del olvido, la impunidad, la teoría de los dos demonios y la indiferencia social los sometieran durante décadas. Y esto es una victoria política y cultural, en la que Néstor Kirchner tuvo mucho que ver, recogiendo la lucha de familiares y organizaciones de DD HH y poniendo al Estado al frente de la misma. Siento que muchos de los que hoy declaran, casi todos militantes, han ganado esta batalla.
Creo también que los juicios y las condenas son en buena medida un desagravio personal, una reivindicación personal con todos y cada uno de los compañeros y compañeras de los años 70 que fueron encarcelados, perseguidos, exiliados, torturados, asesinados y desaparecidos. Al igual que a la lucha de las organizaciones de DD HH que fueron la vanguardia de esta lucha.
Del mismo modo, cuando veo las personas que asisten a las declaratorias de los juicios, cuando veo sus rostros que entremezclan el dolor de recordar al ser que ya no está con la alegría de ver como los genocidas están por primera vez en el banquillo, no puedo dejar de conmoverme con las familias de las víctimas, especialmente de aquellos que hoy no están, que hace tanto tiempo reclaman por un Estado que haga justicia. Su lucha intima, la personal, la de los afectos y recuerdos más propios y sentidos también fue motor de esta etapa histórica. Nos toca de cerca ver algunas testimoniales, cuando escucho declarar a compañeros con los que hemos militado muchos años, conocidos de la política, del gobierno y del peronismo, creo que deben estar muy plenos en este momento, después de esperar tanto tiempo pero les llegó el momento de la Justicia.
Pese a las dilaciones judiciales, a las cuestiones procesales del viejo Código Procesal Penal de la Nación (esto es así porque a diferencia de los otros dos juicios que se llevaron adelante en la Entre Ríos, las causas “Hospital Militar” y “Harguindeguy”, este juicio se tramita por el antiguo Código Procesal Penal, vigente al momento de iniciada la investigación en 1987), pese a las chicanas de los acusados y su cobarde pacto de silencio, el juicio avanza. Sin dudas que falta mucho y que todos hubiéramos estado más satisfechos de que hubiera sido más rápido, pero lo cierto es que nuestra sociedad, las víctimas, esperaron demasiado como para no estar felices por lo que estamos viviendo.
De una forma u otra me siento parte del juicio, deseo que aparezca la verdad, se haga justicia y que se condene a los culpables. Sigo las historias, los testimonios y argumentos y tomo partido pese a no estar en el proceso. Creo que la inmensa mayoría de la sociedad experimenta lo mismo.
Siento, para concluir, que asistimos a esos hechos que marcan un antes y un después en la historia. El círculo del horror y el genocidio se cierra con una condena penal que haga justicia. Esa sensación de felicidad que deseo confirmar prontamente con una nueva sentencia en la causa Área Paraná me reconforta como militante social y político, como ciudadano, como entrerriano y argentino, que vivió una tiempo histórico donde se violaron de la forma más brutal y descarnada los DD HH más esenciales pero que puede asistir a la condena de esos hechos por la misma sociedad.
*Vicegobernador de Entre Ríos