Enfrentarnos a lo difícil: alejarnos de la posición del mínimo esfuerzo

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*Por Hugo País

Prof Hugo Pais (1)

A diario enfrentamos situaciones que nos ponen en evidencia la vulnerabilidad de la cultura del trabajo en nuestra comunidad. Junto a ello pensamos constantemente que el desafío está entre educar para ser libres o esclavos, y lo real es que cada día más, ante la falta de hechos concretos en materia de una “cultura del trabajo”, la gente se encuentra más dependiente, menos libre e hipoteca el futuro de sus hijos, en tanto ellos crecen en entornos que nos le brindan una formación en esfuerzo, sacrificio, en la valoración del resultado de la obra personal.

Sería bueno recordar que cada ser humano: varón o mujer, hace suyo el saber acumulado de los que le precedieron y añade con el tiempo con su propia reflexión y acción, su propio pensar. Creemos que es necesario nuevamente educar para el bien, la bondad y la belleza, tanto como para el esfuerzo y sacrificio personal, formando personas libres y responsables sin trocar la educación para hacer un tipo de ciudadanos dependientes, esclavos de otros, de sus caprichos, ansiosos tan solo del placer, capaces de confundir lo bueno, con lo placentero y lo malo con el esfuerzo y la responsabilidad, sino formando el ciudadano que participa desde su esfuerzo personal.

Familia y Escuela, han de esforzarse para que la mediocridad no se adueñe de niños y jóvenes, el apocamiento no desgaste sus vidas y nos les someta, quitándoles del norte la esperanza, donde aún es posible el cambio social con dignidad y que solo con más educación se encuentra el camino que contribuye a ello.

Es bueno recordar el informe PISA1, nos dejó bastante preocupados al poner al descubierto nuestro caos educativo y el escaso nivel de nuestras enseñanzas en los resultado obtenido por alumnos que culminan la Escuela Secundaria. Es impostergable arriesgarse a vivir la cultura del trabajo y dar trabajo a otros. Reconocer que la crisis de carencia de una cultura del esfuerzo se está llevando por encima valores y virtudes, que hicieron fuerte nuestra Patria, la que hoy estamos celebrando de diversos modos, pero sin una calidad educativa para todos.

Debemos ponernos en los zapatos de los que menos tienen, no de los futbolistas que ganan millones, ni de políticos que no siempre llegan por ser los más preparados para servir a la comunidad, ni de los poderosos, sino de quienes “menos tienen”, para comprender que no vale ni sirve seguir apostando a generaciones que se forman sin familia, sin padres trabajando y aportando el fruto de su trabajo a la mesa familiar.

Es imprescindible generar y fomentar pequeños, medianos y grandes emprendimientos, no asfixiarlos impositivamente, abonar la cultura del que emprende y brinda oportunidades.

Si nos ponemos en los zapatos del otro, no para saber que piensa y curiosear simplemente, comprenderemos lo que sufre y siente. Ponernos en el lugar del otro, mirar desde donde mira y hacia donde mira. Humanizarnos y comprender cómo se sufre el frío o calor, como es pisar terrenos resbalosos o cortantes, como se lastima y como no lastimar al otro, reconociendo diferencias del terreno, tan simplemente por haberlo pisado antes y sabiendo estar “junto al otro”, y no “sobre el otro”, viviendo “con el otro” y “no del otro”. Es necesario enfrentar lo difícil de este tiempo y poner esfuerzo.

*Docente e Investigador UCSF