El 17 de octubre, cuando las cúpulas iluminadas perdieron el GPS

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*Por Emiliano Gómez Tutau

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Hace 80 años nació el peronismo, el movimiento político más importante de la historia argentina.

En 1945, Perón era vicepresidente, ministro de Guerra y, sobre todo, secretario de Trabajo y Previsión. Desde ese cargo hizo lo que nadie había hecho: visibilizar y darle voz a los trabajadores. No lo hizo con discursos huecos ni estrategias de consultoría electoral. Lo hizo con decisión política. Reconociendo al trabajo el derecho al aguinaldo, a las vacaciones pagas, al estatuto del peón rural, a la indemnización por despido. Fue la registracion más rápida de la historia roductiva del país y la mejor ampliación tributaria para el Estado. Conquistas que inscribieron al trabajador como sujeto social trascendente para la organización del país. Y a Perón como líder de los trabajadores, y enemigo de los poderosos.

Pero claro, tanto molestó que el 8 de octubre lo obligaron a renunciar y el 12 lo mandaron preso a la isla Martín García. Era el mejor ejemplo de disciplinamiento: mostrar que el poder podía terminar con un proyecto de justicia social. Como dirían algunos políticos de hoy: “eso no garpa”. Hasta Evita, en una carta, aceptaba la idea de irse lejos, a vivir en paz. El poder respiraba aliviado.

Pero el pueblo no olvida a quien se la juega, y no traiciona. El pueblo argentino no estaba dispuesto a aceptar un disciplinamiento político. El 16 de octubre, la CGT llamó a un paro para el 18. Sin embargo, el 17 las fábricas ya estaban vacías. Los obreros no esperaron la orden: siguieron el instinto. Desde Avellaneda, Berisso, Lanús, La Matanza. Desde Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Tucumán. En trenes, en camiones, cruzando el Riachuelo a nado. Todos con una sola consigna: ¡Liberen a Perón!

Ese día, Buenos Aires vio algo que nunca había visto: el pueblo en primer plano. Scalabrini Ortiz lo dijo de manera fabulosa: “el subsuelo de la Patria sublevada”. A la oligarquía, se le rompía la autoestima. Para la historia, fue el nacimiento de una nueva Argentina. La Plaza de Mayo desbordada, la ciudad desbordada, el poder domado.

Esa noche, Perón habló desde el balcón de la Casa Rosada. Hizo algo clave: no levantar la mano contra sus hermanos. No prometió venganza. Habló de trabajo, de justicia y de comunidad. Reconoció una doctrina sencilla: la justicialista. Y el vínculo se selló para siempre. No fue un pacto de cúpulas, ni siquiera un acuerdo de un líder con su pueblo. Fue el pueblo eligiendo a su líder.

El 17 de octubre no fue solo un hecho político trascendental. Fue, además, la revelación de un país nuevo. El día en que los invisibles cambiaron el curso de la historia para siempre.

*Concejal Más para Entre Ríos Paraná

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