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(*) Fabián Rogel
Los 40 años de continuidad democrática que estamos transcurriendo me permite decirle al señor Presidente que soy respetuoso de lo que el pueblo decidió en la segunda vuelta que es, precisamente, haberlo elegido como Presidente de la Nación por una diferencia de votos que no está en discusión.
Creo tener una modesta carrera política, que ha consistido en ser dos veces Diputado de la Provincia (Presidente del Bloque); Diputado de la Nación (Vicepresidente de Bloque), y Presidente de Bloque de Convencionales que reformó la Constitución de la Provincia en la que vivo y presidente de la Caja de Jubilaciones de las Fuerzas Armadas.
Le hablo desde el modesto lugar que ocupo, pero fundamentalmente como hombre de la política, y porque no pertenezco a ninguna casta, puesto que todos los lugares que he ocupado, como usted ahora, han sido por la voluntad popular, o sea por el voto. Nunca pisé tribunales y no tengo ninguna propiedad, después de haber militado 40 años en el radicalismo.
Yo no lo voté, y lo hice público. El radicalismo, después de muchos desaciertos, terminó no teniendo oferta electoral en el ballotage.
No soy quien para prejuzgar. A priori, como personas de bien, supongo que los dos queremos el engrandecimiento de la Nación, que la República Argentina logre realizarse en plenitud, que el esfuerzo del conjunto de hombres y mujeres honestos alcancen una realización plena y que la juventud vuelva a apostar a que este sea el país donde puedan alcanzar su desarrollo pleno sin tener que buscar otro destino.
Si esto es así, señor Presidente, me permito recordarle que todos somos argentinos: los que los votaron y los que no lo votaron.
El mejor homenaje que podemos hacerle al pueblo argentino quienes, como usted y yo tenemos responsabilidades en la política, es cerrar la grieta que estableció que el que piensa igual que yo, es amigo, y el que no piensa igual que yo, es enemigo.
Si usted no apuesta a la destrucción de la educación pública ni de la salud pública, y si, en cambio, apuesta al desarrollo nacional, si desea que cada argentino, fruto de su trabajo, lleve el pan a la mesa, si usted está para defender lo que hace al patrimonio nacional, a los recursos naturales y a tanta posibilidad que tiene dormida todavía la Argentina, me voy a permitir decirle, señor presidente, que con el agravio, la descalificación, el apriete o la amenaza, no lograremos juntar a la mayoría del pueblo argentino que necesitamos en estas horas. Estas actitudes más bien tienen que ver con la vieja política, con la casta que usted decía combatir.
Apelo a que algún modesto seguidor suyo, a nivel nacional o provincial, pueda leer estas sinceras y modestas reflexiones.
El gobernador y los diputados nacionales de mi provincia, con lo que compartimos la propuesta que triunfó en Entre Ríos, lo han acompañado, concientes ellos de las responsabilidades que tienen para con la provincia de Entre Ríos.
Soy un argentino que ama a su país, que cree en la política y que piensa que más allá de las angustias y de los sinsabores que nos toca vivir por estas horas, si tenemos buena fe y no creemos que todo es un gran negocio en beneficio de unos pocos, saldremos adelante. Si así fuera, usted será reconocido como un gran presidente, pero me permito sugerirle que así, no.
(*) Ex diputado nacional, ex diputado provincial, ex convencional constituyente y actual diputado provincial de Entre Ríos.
Somos todos argentinos, Presidente
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(*) Fabián Rogel
Los 40 años de continuidad democrática que estamos transcurriendo me permite decirle al señor Presidente que soy respetuoso de lo que el pueblo decidió en la segunda vuelta que es, precisamente, haberlo elegido como Presidente de la Nación por una diferencia de votos que no está en discusión.
Creo tener una modesta carrera política, que ha consistido en ser dos veces Diputado de la Provincia (Presidente del Bloque); Diputado de la Nación (Vicepresidente de Bloque), y Presidente de Bloque de Convencionales que reformó la Constitución de la Provincia en la que vivo y presidente de la Caja de Jubilaciones de las Fuerzas Armadas.
Le hablo desde el modesto lugar que ocupo, pero fundamentalmente como hombre de la política, y porque no pertenezco a ninguna casta, puesto que todos los lugares que he ocupado, como usted ahora, han sido por la voluntad popular, o sea por el voto. Nunca pisé tribunales y no tengo ninguna propiedad, después de haber militado 40 años en el radicalismo.
Yo no lo voté, y lo hice público. El radicalismo, después de muchos desaciertos, terminó no teniendo oferta electoral en el ballotage.
No soy quien para prejuzgar. A priori, como personas de bien, supongo que los dos queremos el engrandecimiento de la Nación, que la República Argentina logre realizarse en plenitud, que el esfuerzo del conjunto de hombres y mujeres honestos alcancen una realización plena y que la juventud vuelva a apostar a que este sea el país donde puedan alcanzar su desarrollo pleno sin tener que buscar otro destino.
Si esto es así, señor Presidente, me permito recordarle que todos somos argentinos: los que los votaron y los que no lo votaron.
El mejor homenaje que podemos hacerle al pueblo argentino quienes, como usted y yo tenemos responsabilidades en la política, es cerrar la grieta que estableció que el que piensa igual que yo, es amigo, y el que no piensa igual que yo, es enemigo.
Si usted no apuesta a la destrucción de la educación pública ni de la salud pública, y si, en cambio, apuesta al desarrollo nacional, si desea que cada argentino, fruto de su trabajo, lleve el pan a la mesa, si usted está para defender lo que hace al patrimonio nacional, a los recursos naturales y a tanta posibilidad que tiene dormida todavía la Argentina, me voy a permitir decirle, señor presidente, que con el agravio, la descalificación, el apriete o la amenaza, no lograremos juntar a la mayoría del pueblo argentino que necesitamos en estas horas. Estas actitudes más bien tienen que ver con la vieja política, con la casta que usted decía combatir.
Apelo a que algún modesto seguidor suyo, a nivel nacional o provincial, pueda leer estas sinceras y modestas reflexiones.
El gobernador y los diputados nacionales de mi provincia, con lo que compartimos la propuesta que triunfó en Entre Ríos, lo han acompañado, concientes ellos de las responsabilidades que tienen para con la provincia de Entre Ríos.
Soy un argentino que ama a su país, que cree en la política y que piensa que más allá de las angustias y de los sinsabores que nos toca vivir por estas horas, si tenemos buena fe y no creemos que todo es un gran negocio en beneficio de unos pocos, saldremos adelante. Si así fuera, usted será reconocido como un gran presidente, pero me permito sugerirle que así, no.
(*) Ex diputado nacional, ex diputado provincial, ex convencional constituyente y actual diputado provincial de Entre Ríos.