El detonador en sus propias manos

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*Por Jorge Kinoto Vázquez

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Muchos de los compatriotas que avalaron electoralmente al pacto felino Javier Milei – Mauricio Macri, autopercibiéndose anarco capitalistas y liberales paladar negro, son vecinos del barrio, compañeros de trabajo, del club, de la iglesia, hombres y mujeres de esos lugares comunes por donde cotidianamente transitamos los morochos de la clase obrera.

El contundente resultado que arrojó el balotaje del domingo 19 de noviembre, solo me lleva a pensar en dos cuestiones que parecieran difíciles de concretar pero no imposibles:

La primera es que no hay más margen para que desde el justicialismo debamos profundizar un análisis político superador, sincero y caracterizado por una autocrítica enfocada en lo que no se ha hecho bien hasta ahora, en intentar plasmar una renovación de nombres y prácticas que se correspondan con los tiempos que vivimos. Hablo de la reconstrucción de una herramienta democrática que nos permita entrar en sintonía con las vertiginosas demandas de los jóvenes y en respuesta a las legítimas disconformidades que emanan desde los distintos sectores sociales. De lograr esto, seguramente estaremos en condiciones de poder achicar distancias y volver a entablar dialogo que nos presente como alternativa ante el criterio de quienes nos han quitado el voto de confianza.

Lo segundo, es preguntarme a mí mismo que pasaría si interpeláramos en profundidad a varios de los votantes que avalaron al muchacho de la motosierra, sin dejar de dimensionar lo colateral de esta decisión, particularmente en aquellos que sufragaron con un desprecio visceral hacia el Peronismo, su historia y todo lo que este movimiento político representa. Y no me refiero particularmente a las oligarquías tradicionales, sino más bien a hombres y mujeres de procedencia popular, que amnésicos del pasado más reciente, han legitimado hasta el maldito negacionismo, naturalizando esa mala costumbre de andar escupiendo para arriba.

Lo cierto es que así como hay que reconocer que estamos en un tiempo donde el sincericidio se transformó en virtud, evidencia de esto es el perfil agresivo y frontal asumido por el fenómeno Milei durante todo el desarrollo de su campaña proselitista, quien no se preocupó en ocultar su obsesionada propuesta de destruir el estado aplicando un brutal ajuste económico, que tiene como principal destinatario a una “casta” social compuesta por millones de beneficiarios y usuarios de políticas abarcativas de diversos estratos.

Otras de las cuestiones que deberíamos analizar, es si alcanza solamente con la legitimidad que un caudal mayoritario de votos como luz verde para intentar ejecutar cambios sociales, económicos y culturales tan extremos, y no será necesario además brindar la posibilidad de que cada ciudadano pueda rubricar su firma mediante una declaración jurada, como expresión genuina de respaldo a la plataforma de gobierno elegida y consolidación del acuerdo democrático.

En definitiva, lejos de familiarizar con la absurda idea del voto calificado, habría que pensar en una medida revolucionaria con la cual se le corra el velo a la hipocresía, brindando calidad y fortalecimiento al sistema democrático, posibilitando que en un auténtico acto de coherencia política e ideológica, quienes estén a favor de que al ajuste lo pague el pueblo y no las clases dominantes y corporaciones que se han visto beneficiadas desde la especulación, durante cada uno de los siclos económicos que travesaron al país, puedan ejercer su libre determinación de renuncia a cualquier derecho otorgado por “el hecho maldito de los últimos setenta años”. De esta manera ningún ciudadano de bien, se vería obligado a asistir gratuitamente a un hospital público, a tener cobertura de una obra social (Ojo! que no van a alcanzar las prótesis después de los dedos que va a amputar la motosierra), a enviar a sus hijos a escuelas y universidades públicas y gratuitas, a percibir un aguinaldo, una indemnización por despido, una jubilación, una pensión, el trabajador podrá discutir salario y condiciones laborales, solito, cara a cara con el buen patrón, sin la intromisión colectiva de intermediarios, sin mesas paritarias que garanticen el cumplimiento de la ley. También se le brindara la posibilidad de que algunos adjudicatarios puedan devolver las viviendas construidas por planes habitacionales del estado, y renunciar a los procrear vivienda, o al procreauto, al previaje con el que pudieron tomarse un descanso con esas vacaciones pagas que garantiza el agobiante estado intervencionista. A los subsidios de los servicios, el transporte, los medicamentos para tus viejos a abuelos. Y sin olvidar de aquellos que reniegan de trabajar en empresas del estado, esos nada deberán temer, dado que con el reconocimiento de la meritocracia y sus competencias, fácilmente podrán emigrar al sector privado, sin necesidad de que estas empresas sean factibles de privatizaciones que favorezcan el modelo de negocio de los amigos de la verdadera casta de poder, a la cual representan quienes asumen a partir del 10 de diciembre.

En fin, si existiera esta posibilidad se estaría dando respuesta a los libres pensadores que suplican coherencia en las redes sociales, facilitándoles así una herramienta para que puedan sostener con el lomo lo que tan livianamente levantan con la lengua.

 

*Dirigente CTA Paraná