Leido 215 veces
*Por Darío Gianfelici
El 24 de marzo de 1976 se abatió sobre Argentina una de las más feroces tormentas que la historia recuerda: el golpe cívico-militar.
Como todas las tormentas, no fue tan sorpresiva, desde mucho antes se vieron llegar los nubarrones de un gobierno sin poder y una oposición armada que haría peligrar a la ciudadanía toda.
Las ciudades temieron por sus jóvenes que, involucrados o no en la insurgencia armada, muchas veces perdieron la vida o los bienes, o el futuro.
Sin embargo, en distintos lugares del país, esa tormenta se sufrió de diferente manera, en los pequeños pueblos, el golpe llegó apenas, para mantener el paralelismo, como una fuerte llovizna.
Cerrito vió, por ejemplo, como el poder militar sacaba a empujones casi a un intendente honesto al que, a pesar de todas las investigaciones desmesuradas, no pudieron encontrarle un acto de corrupción, mucho menos alguna relación con los grupos armados que pululaban por la nación.
Pero era necesario establecer una dirección administrativa y la importancia de la localidad, mas la ausencia de conflictos severos, no daba para exponer un cuadro militar, aún de grado intermedio. Además, los gobiernos totalitarios, no están exentos de compromisos políticos que, generalmente, terminan produciendo resultados que no conforman a nadie. Así, se explica la designación de una persona desconocida para los cerritenses que nunca alcanzó a interpretar los deseos e inquietudes de los habitantes del pueblo.
Entonces, con espíritu democrático, en tiempos en que la democracia era una palabra impronunciable, el pueblo de Cerrito empezó a sentir que ese gobierno impuesto y foráneo no los representaba.
Hubo diversos errores de planificación urbana y cierta soberbia que hicieron que el ejecutivo municipal se alejara cada vez más de los vecinos.
Sin embargo, y a pesar de todo, la semilla de la democracia y el deseo de ser dueños del futuro, ya habían sido sembrados y querían germinar aún entre las malezas de los matorrales verde oliva.
La sociedad cerritense, sin distinción de pertenencia ideológica, comenzó a reunirse para solicitar un cambio en el gobierno municipal.
A la vuelta de todo lo que, se supo luego, ocurrió durante el proceso militar, no dejaba de ser una actitud de cierto riesgo.
Gobernaba la Provincia de Entre Ríos un General de Brigada, Carlos Aguirre, a quien Videla había sacado del mismo cargo en La Pampa para designarlo en Entre Ríos.
Poco habla la historia del General Aguirre, lo que indicaría cierta indiferencia con sus funciones.
Con esa misma indolencia recibió la solicitud de la gente de Cerrito y le dio vía libre a las inquietudes acerca de tener un intendente surgido de la localidad.
En un caluroso febrero de 1958, había llegado a Cerrito un correntino llamado Gaspar Carlino. Recibido de médico cirujano en Rosario, adquirió la clínica del Dr Cabrera y se instaló con su joven esposa. Así, fue ganándose el aprecio, el agradecimiento y, sobretodo, el respeto de la comunidad. Carlino tenía una gran capacidad no excenta de audacia. Encarar una cirugía iluminado por la energía provista por dos baterías de automóvil, a veces acompañado por un colega, pero la mayoría de ellas secundado por ayudantes que él mismo había formado, eran algunas de sus anécdotas más conocidas.
Pero en el tiempo del Proceso de Organización Nacional, como pomposamente se lo denominaba, su prestigio ya era enorme.
Así, fue inevitable que, de las reuniones de las “fuerzas vivas” surgiera su nombre como candidato de consenso para llevar al gobierno de la provincia como el elegido por un grupo de comerciantes, docentes, profesionales y referentes de distintos partidos políticos tradicionales que nunca sospecharon que estaban dando origen a un dirigente que se transformaría en leyenda.
Gaspar Carlino, fiel a su vocación hasta el último momento, estaba operando cuando se acordó su nombre como el intendente que se solicitaría.
El 28 de diciembre de 1979, por Decreto Nro 5027 del M.G.J.E. se designa a Gaspar Carlino intendente de Cerrito.
El 4 de enero de 1980, Carlino asumía el cargo.
Todas las tormentas terminan algún día, por más terribles que sean los destrozos que provocan.
En 1983 la democracia renació, sin embargo, los partidos políticos tradicionales veían con desconfianza a ese médico del que peyorativamente decían “formó parte del Proceso”.
Entonces, Gaspar Carlino, juntó a algunos de sus más fieles pacientes y amigos y fundó, junto a un puñado de soñadores, la Unión Vecinal Cerrito el 19 de enero de 1983. Un partido político de alcance local cuyo objetivo es aún el bienestar de los vecinos sin inmiscuirse en las luchas por el poder provincial o nacional.
“No puede ganar” decían, “no tiene estructura”, “no tiene respaldo”. En 1983, 1987 y 1991 Carlino, con la Unión Vecinal, gana las elecciones municipales en Cerrito y las estructuras provinciales comienzan a buscar su apoyo para atraer votos basados en las innumerables obras de su gobierno que continuaron y aumentaron quienes le sucedieron en el cargo ya que la Unión Vecinal nunca abandonó el gobierno del municipio.
Mucho más allá de los 90 años, Carlino fallece y entre las brumas de su agonía seguía dando indicaciones a los empleados municipales como si aún ocupara la vieja oficina de la Avenida 9 de Julio.
Nunca fue sospechado de un acto de corrupción, fue un ejemplo, un guía y un lúcido luchador que supo ver por dónde pasaría el futuro de Cerrito y elegir a quien tomaría la posta y cuidaría su legado.
La democracia lo extraña y lamenta que, hombres como él sean tan escasos y y su valentía y transparencia tan poco frecuente.
En estos tiempos donde las estructuras democráticas son objeto de sospecha, y la duda de su necesidad genera errores de criterio en mucha gente, la figura de Gaspar Carlino es un ejemplo para quienes desean un mejor futuro para los suyos y sus vecinos.
*Médico – Ex Convencional Constituyente
A Gaspar Carlino
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*Por Darío Gianfelici
El 24 de marzo de 1976 se abatió sobre Argentina una de las más feroces tormentas que la historia recuerda: el golpe cívico-militar.
Como todas las tormentas, no fue tan sorpresiva, desde mucho antes se vieron llegar los nubarrones de un gobierno sin poder y una oposición armada que haría peligrar a la ciudadanía toda.
Las ciudades temieron por sus jóvenes que, involucrados o no en la insurgencia armada, muchas veces perdieron la vida o los bienes, o el futuro.
Sin embargo, en distintos lugares del país, esa tormenta se sufrió de diferente manera, en los pequeños pueblos, el golpe llegó apenas, para mantener el paralelismo, como una fuerte llovizna.
Cerrito vió, por ejemplo, como el poder militar sacaba a empujones casi a un intendente honesto al que, a pesar de todas las investigaciones desmesuradas, no pudieron encontrarle un acto de corrupción, mucho menos alguna relación con los grupos armados que pululaban por la nación.
Pero era necesario establecer una dirección administrativa y la importancia de la localidad, mas la ausencia de conflictos severos, no daba para exponer un cuadro militar, aún de grado intermedio. Además, los gobiernos totalitarios, no están exentos de compromisos políticos que, generalmente, terminan produciendo resultados que no conforman a nadie. Así, se explica la designación de una persona desconocida para los cerritenses que nunca alcanzó a interpretar los deseos e inquietudes de los habitantes del pueblo.
Entonces, con espíritu democrático, en tiempos en que la democracia era una palabra impronunciable, el pueblo de Cerrito empezó a sentir que ese gobierno impuesto y foráneo no los representaba.
Hubo diversos errores de planificación urbana y cierta soberbia que hicieron que el ejecutivo municipal se alejara cada vez más de los vecinos.
Sin embargo, y a pesar de todo, la semilla de la democracia y el deseo de ser dueños del futuro, ya habían sido sembrados y querían germinar aún entre las malezas de los matorrales verde oliva.
La sociedad cerritense, sin distinción de pertenencia ideológica, comenzó a reunirse para solicitar un cambio en el gobierno municipal.
A la vuelta de todo lo que, se supo luego, ocurrió durante el proceso militar, no dejaba de ser una actitud de cierto riesgo.
Gobernaba la Provincia de Entre Ríos un General de Brigada, Carlos Aguirre, a quien Videla había sacado del mismo cargo en La Pampa para designarlo en Entre Ríos.
Poco habla la historia del General Aguirre, lo que indicaría cierta indiferencia con sus funciones.
Con esa misma indolencia recibió la solicitud de la gente de Cerrito y le dio vía libre a las inquietudes acerca de tener un intendente surgido de la localidad.
En un caluroso febrero de 1958, había llegado a Cerrito un correntino llamado Gaspar Carlino. Recibido de médico cirujano en Rosario, adquirió la clínica del Dr Cabrera y se instaló con su joven esposa. Así, fue ganándose el aprecio, el agradecimiento y, sobretodo, el respeto de la comunidad. Carlino tenía una gran capacidad no excenta de audacia. Encarar una cirugía iluminado por la energía provista por dos baterías de automóvil, a veces acompañado por un colega, pero la mayoría de ellas secundado por ayudantes que él mismo había formado, eran algunas de sus anécdotas más conocidas.
Pero en el tiempo del Proceso de Organización Nacional, como pomposamente se lo denominaba, su prestigio ya era enorme.
Así, fue inevitable que, de las reuniones de las “fuerzas vivas” surgiera su nombre como candidato de consenso para llevar al gobierno de la provincia como el elegido por un grupo de comerciantes, docentes, profesionales y referentes de distintos partidos políticos tradicionales que nunca sospecharon que estaban dando origen a un dirigente que se transformaría en leyenda.
Gaspar Carlino, fiel a su vocación hasta el último momento, estaba operando cuando se acordó su nombre como el intendente que se solicitaría.
El 28 de diciembre de 1979, por Decreto Nro 5027 del M.G.J.E. se designa a Gaspar Carlino intendente de Cerrito.
El 4 de enero de 1980, Carlino asumía el cargo.
Todas las tormentas terminan algún día, por más terribles que sean los destrozos que provocan.
En 1983 la democracia renació, sin embargo, los partidos políticos tradicionales veían con desconfianza a ese médico del que peyorativamente decían “formó parte del Proceso”.
Entonces, Gaspar Carlino, juntó a algunos de sus más fieles pacientes y amigos y fundó, junto a un puñado de soñadores, la Unión Vecinal Cerrito el 19 de enero de 1983. Un partido político de alcance local cuyo objetivo es aún el bienestar de los vecinos sin inmiscuirse en las luchas por el poder provincial o nacional.
“No puede ganar” decían, “no tiene estructura”, “no tiene respaldo”. En 1983, 1987 y 1991 Carlino, con la Unión Vecinal, gana las elecciones municipales en Cerrito y las estructuras provinciales comienzan a buscar su apoyo para atraer votos basados en las innumerables obras de su gobierno que continuaron y aumentaron quienes le sucedieron en el cargo ya que la Unión Vecinal nunca abandonó el gobierno del municipio.
Mucho más allá de los 90 años, Carlino fallece y entre las brumas de su agonía seguía dando indicaciones a los empleados municipales como si aún ocupara la vieja oficina de la Avenida 9 de Julio.
Nunca fue sospechado de un acto de corrupción, fue un ejemplo, un guía y un lúcido luchador que supo ver por dónde pasaría el futuro de Cerrito y elegir a quien tomaría la posta y cuidaría su legado.
La democracia lo extraña y lamenta que, hombres como él sean tan escasos y y su valentía y transparencia tan poco frecuente.
En estos tiempos donde las estructuras democráticas son objeto de sospecha, y la duda de su necesidad genera errores de criterio en mucha gente, la figura de Gaspar Carlino es un ejemplo para quienes desean un mejor futuro para los suyos y sus vecinos.
*Médico – Ex Convencional Constituyente