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Luis María Acosta, docente y cercano a la Iglesia dedicó unas sentidas palabras a quien fue hasta hace muy poco tiempo, fue titular de la Parroquia Nuestra Señora de la Merced de Cerrito y que falleció debido a una penosa enfermedad.
Aquel portón rodeado de pinares
que nos viera ingresar en secundaria
te recibió de nuevo un domingo
para acogerte en tu última morada.
Cómo no agradecer el tiempo aquel
que la amistad forjó y fue afianzando
más allá de que en la vida cada uno
su rumbo y vocación fuera encontrando.
Y recordar la feliz adolescencia,
tiempo de estudio, travesuras, campamentos;
aquellas imborrables competencias
compartiendo el trabajo y los talentos.
Cómo no agradecer lo recibido,
los valores que nos fueron transmitiendo,
el amor al Señor y a Nuestra Madre,
la convicción de que nacimos para el Cielo.
Cómo no agradecer que con los años
la Providencia nos regaló el reencuentro
y te tuviera como Pastor y como amigo
en la querida Parroquia de mi pueblo.
Cuántos sueños pudieron concretarse,
ideas transformadas en proyectos
imaginados quizá como locura,
pero que Dios se reservó para este tiempo.
Cómo no agradecer lo compartido
en charlas, en ideas, en encuentros,
en juntadas de círculo de amigos
que buscabas se acercaran al Maestro.
Tiempos de pensar Semanas Santas,
de Liturgias, Años Santos, Jubileos,
de retiros, de encuentros juveniles,
de exaltar las Patronales de mi pueblo.
No hubo nada que hiciera detenerte
en tu celo de pastor bueno e inquieto,
ni siquiera los tiempos de pandemia
lograron aquietar tu pastoreo
Llegaste a cada hogar por las pantallas,
desde la torre rogaste por tu pueblo
y con Cristo, Señor Sacramentado
nos bendijiste trayéndonos consuelo.
También paseaste al Señor por nuestras calles
cuando no podíamos ir a nuestro templo
alguna vez en plena luz del día;
otras veces por la noche y en silencio.
Y cuántas otras cosas que el Señor
recompensa, porque ha visto en lo secreto,
y a nosotros nos consuela y fortalece
cuando duelen la nostalgia y el recuerdo.
Amaste con fervor a Nuestra Madre,
embelleciste sus Fiestas y su templo,
Junto a Ella celebraste tus cumpleaños:
sabemos que por años fue tu anhelo.
El amor a María fue tu impronta,
su Corazón Inmaculado tu consuelo,
Ella estuvo al pie de tus Calvarios,
Ella fue para vos Puerta del Cielo.
Tu promesa de obediencia al Obispo
te hizo esperar a Monseñor
para pedirle te diera su permiso
de volar a los brazos del Pastor.
Para nosotros, domingo de Cuaresma;
para vos en la Gloria fue tu Pascua.
Llamado fuiste a la Liturgia Eterna,
a celebrar con la alabanza que no acaba.
Por eso las campanas de mi pueblo
expresaron primero la tristeza
pero luego el tañir fue dando paso
al repicar con alegría en son de fiesta.
La iglesia que hermoseaste con cariño
fue elegida por vos para el sepelio.
La gente vino en masa a despedirte
rezando, llorando, agradeciendo.
Yo sé que tu partida presurosa
hoy duele, a mi y todo el pueblo,
pero también que tu mensaje y tu tarea
es: “Los espero a todos en el Cielo”.
Ayudános en la lucha por cumplirlo:
tu fidelidad y tu lucha son ejemplo.
La amistad que naciera en esta vida
se constituye en desafío para el Cielo.
(Fuente: Facebook Luis María Acosta)
Padre José, amigo
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