Intentan dar con alguna pista que dé cuenta de la suerte que tuvo la familia Gill, cuyo rastro se perdió en el verano de 2002. El rastreo, esta vez, se hará en el lado opuesto al casco de la estancia La Candelaria.
Desaparecida desde 2002.
Este martes se iniciará una nueva excavación en la estancia La Candelaria , en Crucesitas Séptima, departamento Nogoyá, en procura de dar con alguna pista que dé cuenta de la suerte que tuvo la familia Gill, cuyo rastro se perdió en el verano de 2002.
El rastreo, esta vez, se hará en el denominado Campo del Abasto, en el sector norte, próximo a un camino vecinal, en el lado opuesto del casco de la estancia, y una vez más tomará parte de la búsqueda el antropólogo Juan Nóbile, del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), además del juez que tiene la causa desde 2015, el titular del Juzgado de Transición y Garantías de Nogoyá, Gustavo Acosta.
Además, habrá apoyo en maquinarias por parte de la Dirección Provincial de Vialidad (DPV), más el acompañamiento de efectivos de la Policía de Entre Ríos.
La última vez que se los buscó fue el lunes 17 de octubre, con resultado negativo.
El 13 de enero de 2002, 20 años atrás, se los vio por última vez a Rubén Mencho Gill, entonces de 56; a su esposa Margarita Norma Gallegos, de 26, y a sus hijos María Ofelia, de 12, Osvaldo José, de 9, Sofía Margarita, de 6, y Carlos Daniel, de 2. Fue en un velatorio en Viale, a 20 kilómetros de Crucesitas Séptima, en el departamento Nogoyá, donde vivían. Nunca más se los vio en el campo La Candelaria, donde vivían y trabajaban los padres.
Su rastro, el rastro de los Gill, se perdió en ese velatorio en Viale. Desde entonces nadie nunca supo más de ellos. Hubo pesquisas, investigaciones, excavaciones, declararon testigos, pero la Justicia no pudo avanzar más allá de la primera carátula que tuvo siempre la causa en Tribunales: “Averiguación de paradero”. La última medida fue convocar al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) pero las excavaciones que se realizaron en el campo La Candelaria no aportaron ningún dato nuevo. El misterio se agiganta en torno a su paradero.
Gustavo Acosta, a cargo del Juzgado de Garantías de Nogoyá, desde 2015 al frente de la investigación de la desaparición de los Gill, no ha dejado de realizar procedimientos, tomar testimoniales, contactar testigos, buscar apoyo de especialistas. La última pesquisa ocurrió en noviembre último en el Campo del Abasto, en la parte conocida como “La Tapera”, junto a Juan Nóbile, del EAAF.
Antes de eso, la última pista que había seguido la Justicia la aportó un contratista rural que conoció en vida a Rubén Gill. En febrero de 2018, el juez Acosta, encabezó un operativo en la estancia La Candelaria, en Crucesitas Séptima. Fue a partir de los datos aportado por Armando Nanni, un testigo que apareció tras la muerte del dueño del campo, Francisco Goette, en 2016, y que estaba convencido de que los Gill están muertos y enterados en el mismo lugar adonde vivieron, la estancia de Crucesitas Séptima.
En octubre de 2017 hubo un allanamiento a la estancia, y Nanni marcó dos lugares posibles. La Justicia contrató a una empresa especializada en excavaciones, que el 5 de febrero de 2018 comenzó la tarea, pero al final de varios días de faena no encontró sino restos de animales muertos.
“Quito” Villanueva, que vive frente a La Candelaria, propiedad de Alfonso Francisco Goette, cree haber visto al “Mencho” Gill cruzando a caballo el lunes 14 de enero de 2002, y eso contó en la Justicia de Nogoyá. La declaración de Villanueva es otro dato clave: es el último que vio a Gill con vida.
El propietario de la estancia La Candelaria y patrón de los Gill, Alfonso Francisco Goette, murió en un accidente de tránsito. Fue la noche del jueves 16 de junio de 2016. Una mala maniobra provocó la salida de la ruta, el despiste y el vuelco de la camioneta Nissan Frontera que conducía el hombre, entonces de 70 años. Las heridas producidas en aquel vuelco, ocurrido en la intersección de las rutas 32 y 35, lo llevaron a la muerte.
La muerte de Goette produjo un giro inesperado en la causa. Armando Nanni, un contratista rural de Tabossi, que supo realizar trabajos de siembra en el campo de Goette, y que conocía a “Mencho” Gill, se animó entonces a hablar.
Nanni no había querido hablar antes por “miedo” a Goette. Pero con Goette muerto, acudió a los Tribunales de Nogoyá, y habló con el magistrado a cargo de la causa, el titular del Juzgado de Transición, Gustavo Acosta.
Y dio un dato: que los Gill no se fueron de viaje ni están en otra provincia sino que podrían estar en el mismo lugar donde siempre, la estancia La Candelaria. Muertos. Y enterrados.
Y aportó una pista: que veinte días antes de que desapareciera la familia, en el verano de 2012, “Mencho” Gill cavó dos pozos, uno en el lecho de un arroyo que entonces estaba seco.
El primer pozo inspeccionado no arrojó ningún resultado. La búsqueda de los restos en el segundo pozo tropezó después con la burocracia judicial, y que las tareas nunca se reiniciaron. El juez Acosta recién volvió al campo de La Candelaria el Día de los Santos Inocentes, el 28 de diciembre de 2019, para una tarea puntual: recogió 107 fotografías del lugar, realizadas con un dron, y con la colaboración de la División Criminalística de la Policía de Entre Ríos se realizaron dos informes con las coordenadas de la estancia, y del lugar donde está el segundo pozo señalado por Nanni y todavía no revisado.
Todo eso se puso en manos del licenciado Juan Nobile, del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), que es el organismo en quien se depositan ahora las esperanzas para la búsqueda de los restos de los Gill. Ya tienen todo el material. Nóbile estuvo estos días en La Candelaria, al frente del operativo de excavación, que dio resultado negativo.
Antes, el EAAF había solicitado material: los 18 cuerpos del expediente de la causa de los Gill, fotografías con drones y planos del lugar y todo eso les fue enviado.
Pero el último rastrillaje del EAAF no aportó nada nuevo.
Retoman esta semana las excavaciones en busca de la familia Gill
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Intentan dar con alguna pista que dé cuenta de la suerte que tuvo la familia Gill, cuyo rastro se perdió en el verano de 2002. El rastreo, esta vez, se hará en el lado opuesto al casco de la estancia La Candelaria.
Desaparecida desde 2002.
Este martes se iniciará una nueva excavación en la estancia La Candelaria , en Crucesitas Séptima, departamento Nogoyá, en procura de dar con alguna pista que dé cuenta de la suerte que tuvo la familia Gill, cuyo rastro se perdió en el verano de 2002.
El rastreo, esta vez, se hará en el denominado Campo del Abasto, en el sector norte, próximo a un camino vecinal, en el lado opuesto del casco de la estancia, y una vez más tomará parte de la búsqueda el antropólogo Juan Nóbile, del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), además del juez que tiene la causa desde 2015, el titular del Juzgado de Transición y Garantías de Nogoyá, Gustavo Acosta.
Además, habrá apoyo en maquinarias por parte de la Dirección Provincial de Vialidad (DPV), más el acompañamiento de efectivos de la Policía de Entre Ríos.
La última vez que se los buscó fue el lunes 17 de octubre, con resultado negativo.
El 13 de enero de 2002, 20 años atrás, se los vio por última vez a Rubén Mencho Gill, entonces de 56; a su esposa Margarita Norma Gallegos, de 26, y a sus hijos María Ofelia, de 12, Osvaldo José, de 9, Sofía Margarita, de 6, y Carlos Daniel, de 2. Fue en un velatorio en Viale, a 20 kilómetros de Crucesitas Séptima, en el departamento Nogoyá, donde vivían. Nunca más se los vio en el campo La Candelaria, donde vivían y trabajaban los padres.
Su rastro, el rastro de los Gill, se perdió en ese velatorio en Viale. Desde entonces nadie nunca supo más de ellos. Hubo pesquisas, investigaciones, excavaciones, declararon testigos, pero la Justicia no pudo avanzar más allá de la primera carátula que tuvo siempre la causa en Tribunales: “Averiguación de paradero”. La última medida fue convocar al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) pero las excavaciones que se realizaron en el campo La Candelaria no aportaron ningún dato nuevo. El misterio se agiganta en torno a su paradero.
Gustavo Acosta, a cargo del Juzgado de Garantías de Nogoyá, desde 2015 al frente de la investigación de la desaparición de los Gill, no ha dejado de realizar procedimientos, tomar testimoniales, contactar testigos, buscar apoyo de especialistas. La última pesquisa ocurrió en noviembre último en el Campo del Abasto, en la parte conocida como “La Tapera”, junto a Juan Nóbile, del EAAF.
Antes de eso, la última pista que había seguido la Justicia la aportó un contratista rural que conoció en vida a Rubén Gill. En febrero de 2018, el juez Acosta, encabezó un operativo en la estancia La Candelaria, en Crucesitas Séptima. Fue a partir de los datos aportado por Armando Nanni, un testigo que apareció tras la muerte del dueño del campo, Francisco Goette, en 2016, y que estaba convencido de que los Gill están muertos y enterados en el mismo lugar adonde vivieron, la estancia de Crucesitas Séptima.
En octubre de 2017 hubo un allanamiento a la estancia, y Nanni marcó dos lugares posibles. La Justicia contrató a una empresa especializada en excavaciones, que el 5 de febrero de 2018 comenzó la tarea, pero al final de varios días de faena no encontró sino restos de animales muertos.
“Quito” Villanueva, que vive frente a La Candelaria, propiedad de Alfonso Francisco Goette, cree haber visto al “Mencho” Gill cruzando a caballo el lunes 14 de enero de 2002, y eso contó en la Justicia de Nogoyá. La declaración de Villanueva es otro dato clave: es el último que vio a Gill con vida.
La muerte de Goette produjo un giro inesperado en la causa. Armando Nanni, un contratista rural de Tabossi, que supo realizar trabajos de siembra en el campo de Goette, y que conocía a “Mencho” Gill, se animó entonces a hablar.
Nanni no había querido hablar antes por “miedo” a Goette. Pero con Goette muerto, acudió a los Tribunales de Nogoyá, y habló con el magistrado a cargo de la causa, el titular del Juzgado de Transición, Gustavo Acosta.
Y dio un dato: que los Gill no se fueron de viaje ni están en otra provincia sino que podrían estar en el mismo lugar donde siempre, la estancia La Candelaria. Muertos. Y enterrados.
Y aportó una pista: que veinte días antes de que desapareciera la familia, en el verano de 2012, “Mencho” Gill cavó dos pozos, uno en el lecho de un arroyo que entonces estaba seco.
El primer pozo inspeccionado no arrojó ningún resultado. La búsqueda de los restos en el segundo pozo tropezó después con la burocracia judicial, y que las tareas nunca se reiniciaron. El juez Acosta recién volvió al campo de La Candelaria el Día de los Santos Inocentes, el 28 de diciembre de 2019, para una tarea puntual: recogió 107 fotografías del lugar, realizadas con un dron, y con la colaboración de la División Criminalística de la Policía de Entre Ríos se realizaron dos informes con las coordenadas de la estancia, y del lugar donde está el segundo pozo señalado por Nanni y todavía no revisado.
Todo eso se puso en manos del licenciado Juan Nobile, del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), que es el organismo en quien se depositan ahora las esperanzas para la búsqueda de los restos de los Gill. Ya tienen todo el material. Nóbile estuvo estos días en La Candelaria, al frente del operativo de excavación, que dio resultado negativo.
Antes, el EAAF había solicitado material: los 18 cuerpos del expediente de la causa de los Gill, fotografías con drones y planos del lugar y todo eso les fue enviado.
Pero el último rastrillaje del EAAF no aportó nada nuevo.